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Theresa Zabell: "Sin Juegos Olímpicos, no habría unidad en el mundo" 

  16/09/2022 18:55 ENTREVISTA FAGDE


Autor: Luis V. Solar Cubillas - Expresidente de FAGDE

He conocido a campeones y campeonas, a deportistas brillantes que lejos del entrenamiento y la competición, al margen de su zona de confort, pierden el halo con que les vemos los aficionados. No es el caso de Theresa Zabell.

Los cursos de verano de la Universidad Internacional de Andalucía, la UNIA, en julio de 2015, me depararon la grata sorpresa de conocer a Theresa y compartir con ella, y con los periodistas Jesús Álvarez y Juan Antonio Prieto el almuerzo en un restaurante onubense cercano al campus de Santa María de la Rábida.  La conversación inteligente y ponderada de Zabell se correspondían con los de una campeona que sabe serlo: es todo un mito del deporte que ha enriquecido su experiencia postcompetitiva con una actividad profesional que la permite seguir siendo una número uno.

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Para más de una generación, Theresa Zabell es el nombre propio de la Vela española. Entre los años 91 y 96 usted lo gana todo: dos oros olímpicos, 5 campeonatos mundiales y tres europeos, siempre en 470.  Fue premio Reina Sofía (Mejor deportista española) en dos ocasiones y está en posesión de la Medalla de Oro y de la Gran Cruz de la Real Orden del Mérito Deportivo, que otorga el CSD. Fue elegida regatista mundial del año (1994), por la Federación Internacional de Vela ¿Hay algo que quiso ganar y no logró? ¿existe alguna frustración en su carrera deportiva?
No tengo ninguna frustración porque me he hecho a mi misma y tanto en las victorias como en las derrotas, siempre he aprendido algo y levantado la cabeza. He pasado etapas malas, sí, pero se olvidaban pronto cuando llegaba una buena. Como frustraciones puedo decir que llevo muy mal las injusticias y considero que conmigo cometieron una al dejarme fuera del equipo olímpico que participó en los Juegos de Seúl 88 por motivos que nadie nunca me llegó a explicar. Viví otro momento complicado cuando intentaron acusarme de romper un foque a posta en los Juegos de Atlanta, pero no pudieron demostrarlo porque era mentira. El deporte, a veces, es así de ingrato, pero con mi fuerza psicológica no han podido nunca. Se me ha respetado más en el campo de regatas que en los pantalanes.

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En una ocasión la oí decir que su fascinación por el deporte comenzó viendo en televisión los Juegos Olímpicos de Montreal, en 1976. Acababa de cumplir once años. Posteriormente participó, y ganó, en los Juegos de Barcelona 92 y de Atlanta 96. También formó parte de la candidatura de Madrid 2020. ¿Qué son para usted los Juegos Olímpicos? y ¿Qué suponen para el deporte?
Los Juegos Olímpicos son la máxima expresión del deporte y una filosofía de vida, además del colofón para cualquier deportista. Puedes ganar cinco Campeonatos del Mundo y no ganar una medalla olímpica y parece que no eres nadie. No conozco a ningún deportista que no quiera ir a los Juegos. Hasta los futbolistas quieren ser alguna vez olímpicos. Sin Juegos Olímpicos no habría unidad en el mundo. Durante los Juegos se para todo, incluidas las guerras y todos los atletas, da igual su color o condición, son iguales en las villas olímpicas. Hay muchos valores que extrapolar del deporte y el olimpismo a otros ámbitos de la vida.

En los Juegos canadienses la triunfadora absoluta fue, sin duda, Nadia Comaneci, una niña de quince años. Comaneci fue sinónimo de perfección, “la chica 10”, pero también, en muchos momentos y por sobrados motivos se convirtió en un ejemplo de la manipulación política de los deportistas, y en concreto de la mujer deportista. ¿Ha sentido en alguna ocasión que alguien, persona o institución, ha tratado de utilizarla en cualquier sentido, ajeno a sus intereses?
Siempre hay personas o instituciones que quieren estar asociados a la imagen del éxito y los deportistas podemos reflejar esta imagen. Lo importante es que sea un win-win, ya que los deportistas tenemos mucho que aportar a la sociedad. Cuando José María Aznar me propuso ir en las listas del Partido Popular para el Parlamento Europeo, accedí con la condición de ser una parlamentaria independiente y así llevar la voz y la opinión de los deportistas a los futuros programas europeos en materia de deporte. No podía haber sido de otra manera.

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He leído en alguna ocasión que la decisión técnica de dejarla fuera del equipo olímpico que acudió a los Juegos del 88 fue injusta. ¿Qué opina ahora de aquella decisión?  ¿Qué supuso para usted no ir a la cita olímpica de Seúl?
Siempre digo que fue el revés más grande de mi vida deportiva. Estábamos siempre entre las diez primeras del mundo y las mejores regatistas de la clase 470 que tenía España, no en vano habíamos estado a las puertas de ganar europeo y un mundial durante el año anterior a los Juegos del 88. Fue el debut de la vela femenina en los Juegos y yo me lo perdí por una decisión en los despachos. Para mí supuso estar un año alejada de los campos de regatas meditando una gran decisión que tenía que tomar, y creo que tomé la acertada: volver con más fuerza, ganar 4 mundiales y dos oros olímpicos.

Tras el éxito en Atlanta 96, durante el ciclo olímpico que finalizaría en Sydney, usted critica con dureza a la Federación Española de Vela y al programa ADO. No comparte sus criterios en la concesión de ayudas, pero vuelve a competir y parece que, junto a Patricia Guerra, prepararía los Juegos del 2000. Sin embargo, se retira apenas 18 meses antes de la cita olímpica. ¿Cuáles fueron los motivos de reales del “adiós” cuando aún estaba en una óptima edad para competir?
Tras la medalla de Atlanta estaba dispuesta a seguir, pero también quería ser madre. En 1997 nació mi hija Olimpia, que requería la atención de un bebé. Volví a la competición con la beca que me correspondía durante un año, por haber sido medalla de oro en Atlanta, pero en ningún caso se valoró la maternidad. Competimos en las regatas del circuito, pero al quedar novenas en el Mundial no nos correspondía beca. Llevaba muchos años reclamando un sistema más justo para todos los deportistas y cuando, en vez de cambiar los criterios, se me ofreció una beca a título individual decidí que iba en contra de mis principios aceptarla. En Sydney podría haber hecho el triplete.

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Muy poco tiempo después de anunciar su retirada, el secretario general del Partido Popular, Javier Arenas, daba a conocer su inclusión en el nº 7 de la lista que presentarían al Parlamento Europeo en las elecciones del 13 de junio de 1999: pasó de navegar en la 470 al escaño 470 de la Eurocámara. ¿Qué le aportó su pertenencia a la 5ª legislatura?
Fue una experiencia muy enriquecedora y aprendí mucho. También creo que aporté a lo que ahora son los programas comunitarios en el ámbito del deporte que no existían hasta ese momento. Fui al Parlamento Europeo a luchar por el deporte y los deportistas. Luchar contra el cáncer del deporte, que es el dopaje e intentar parar muchas injusticias que se cometían con los deportistas a causa de los medicamentos que tomaban cuando estaban enfermos y pasaban algún control. Pusimos en marcha una iniciativa del “semáforo”, con el apoyo de Samaranch y el Comité Olímpico Internacional, que no era otra cosa que colocar en las cajas de los medicamentos tres colores: rojo (prohibido), naranja (prescripción médica) y verde (apto). Conocí a muchos políticos y fue el comienzo de mi lucha en favor del deporte a través de los despachos.

En su actividad como europarlamentaria mostró una especial sensibilidad en la lucha contra el dopaje en el deporte. Un informe de 2018 de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) decía que deportes como el atletismo y el ciclismo suponen alrededor del uno por ciento de los casos de dopaje. Mientras que, en actividades no competitivas englobadas bajo el epígrafe de Bodybuilding, habían pasado del 11 al 24% en los cuatro últimos años. Usted, como ponente de la Comisión de Cultura, Juventud, Educación, Medios de Comunicación y Deporte presentó, en el año 2000, una propuesta de resolución en la que se insta a La Comisión a estudiar el fenómeno del dopaje como un problema de “salud pública”, que excede largamente al ámbito de la competición deportiva. ¿Se adelantó veinte años a la evidencia del problema? ¿Qué opinión le merece la trayectoria de la lucha contra el dopaje en los últimos veinte años?
Como he dicho antes, el dopaje es el cáncer del deporte. Yo llevaba más de 20 años compitiendo al máximo nivel, con una lesión que me obligaba a medicarme muchas veces y veía todos los días los riesgos que corríamos los deportistas al medicarnos, sin ninguna intención de mejorar nuestro rendimiento deportivo. Había positivos que eran reales, otros falsos. El caso es que había que regularlo de alguna manera y llegar a un acuerdo con las administraciones, los médicos y los deportistas para que todo fluyera de una manera natural. El problema es que hay deportes y deportes y no podemos meter a todos en el mismo saco. Cada día que pasa hay un medicamento nuevo y eso es muy difícil de controlar.

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Theresa Zabell ha tenido una larga trayectoria, también, en la política deportiva, con una dilatada pertenencia a órganos de gobierno del Comité Olímpico Español (COE), en el que entró, como miembro del Comité Ético en 2006 y accedió a la vicepresidencia en 2007. En el COE, hasta presentar la dimisión, en 2014 ostentó distintas responsabilidades, como la presidencia de la Comisión de Mujer y Deporte. El dopaje tiene una directísima relación con la ética, ¿la promoción y el acceso de la mujer a los órganos de toma de decisión del deporte, también?
Creo que son temas diferentes; un deportista no se debe dopar por razones éticas, entre otras. La inclusión de la mujer en órganos de toma de decisión del deporte, además de ser éticamente correcta, es también una cuestión de representatividad de la sociedad. Aproximadamente la mitad de las personas que vivimos en este planeta somos mujeres que en muchas cuestiones pensamos diferente a los hombres y se trata de que nuestra manera de pensar también esté representada.

Quizás, la mayor responsabilidad durante su pertenencia al COE la obtuviese con la designación por el presidente Alejandro Blanco, como Consejera Delegada de Relaciones Internacionales de la candidatura olímpica de Madrid 2020. Tras los fracasos del 2012 y 2016 la candidatura M-2020 se presentaba una muy sólida opción y así parecía entenderlo el conjunto de España. Sin embargo, el 7 de septiembre de 2013, en Buenos Aires y en el contexto de la 125ª Sesión del COI, la candidatura española caía en primera ronda, dejando como finalistas a Estambul y a la que, finalmente, resultó la candidatura vencedora Tokio 2020. ¿Qué supuso para usted ese final de proyecto olímpico? ¿Tuvo algo que ver con su dimisión en el COE en 2014?
Fue un gran palo. Madrid 2020 era la mejor candidatura, pero ya sabemos cómo son estas cosas. Siempre hablamos de Buenos Aires, aunque la realidad es que la decisión es algo que se cuece despacio y hay que reconocer que Tokyo hizo una recta final mejor que la nuestra, cometió menos errores. A los miembros del COI no les gustó nada verse retratados en la portada de un periódico español como garantes de la candidatura de Madrid. De todas las maneras, si hubiéramos ganado, Madrid no se habría merecido unos Juegos en medio de la pandemia de la COVID. Eso me tranquiliza un poco, la verdad.

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En 1999 funda ECOMAR porque “tu cuerpo y tu planeta son los dos únicos sitios de los que no te podrás mudar jamás”. Desde entonces ha pasado casi un cuarto de siglo. El cuidado de los mares y del planeta, en general, así como el cambio climático han tomado en este tiempo carta de naturaleza relevante en la ONU, en los programas electorales y en los medios de comunicación. ¿Ve algún  cambio positivo, al respecto, en el compromiso político? ¿Y en el comportamiento social?
Me embarqué en la Fundación Ecomar para devolverle al mar todo lo que me había dado en mi carrera deportiva y así, ayudar al planeta a frenar su degradación y a regenerarse. Este planeta, mal llamado Tierra, está compuesto de más de un 70 por ciento de agua, por lo que es más azul que verde y si lo queremos cuidar debemos empezar por la parte más grande, que es el azul.

Una persona cuida lo que ama y nosotros llevamos más de 23 años enseñando a las personas, especialmente a los niños, a amar el mar. A partir de aquí, educamos, concienciamos y actuamos para conseguir unas costas más limpias y unos mares más azules para asegurar nuestra supervivencia en este planeta. No podemos olvidar que los dos elementos que más necesita el ser humano son el aire y el agua y ambas proceden de nuestros mares y océanos.

Es un orgullo muy grande para mi y para todos los que trabajamos en Ecomar el haber abierto el camino por el que transitan tantas personas y asociaciones.

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Su perfil en Wikipedia comienza diciendo que usted es una política y deportista española. En ese orden. ¿Cómo se percibe usted y como le gustaría que la viésemos los demás?
La verdad es que no me considero una política porque nunca me he dedicado a hacer política, sino una persona que ha aportado sus experiencias y conocimientos en el mundo de la política para mejorar el mundo del deporte. Creo que soy una persona educada en los valores humanos y deportivos. Me considero muy afortunada por haber sido todo lo que he sido y gracias a ello haber podido ayudado a los demás desde cualquier plataforma. Sí me considero una activista por los derechos de los deportistas, los niños y la defensa del mar.

¿Qué no le he preguntado?
Creo que no se ha quedado nada en el tintero. Les agradezco darme visibilidad a través de esta entrevista de FAGDE, ya que ayudará a que las personas entiendan que aunque nada es fácil, aun así vale la pena intentarlo. No hay que rendirse nunca.

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